Todos los ibones tienen su historia, una historia geológica muy, muy larga. Pero también tienen otras historias más cercanas en el tiempo, vinculadas a nosotros, los humanos.
La historia del ibón de Ip (Canfranc), en el valle del Aragón, está ligada a su aprovechamiento hidroeléctrico. En su día fue la central de mayor salto de Europa y, para subir materiales y operarios durante la construcción de la presa, en torno a 1960, se construyó un carretón que alcanzó los 1 000 m de desnivel.
Cerca del de Bucuesa (Sabiñánigo), en la sierra de la Partacua, se estrelló un avión militar francés en 1940, mientras se dirigía al norte de África, en plena Segunda Guerra Mundial. Al parecer, llevaba gran cantidad de dinero y diversos documentos.
El de Bernatuara (Torla), en el Parque Nacional de Ordesa y Monte perdido, es el lugar escogido desde el siglo XIV para renovar un tratado de uso de pastos transfronterizo entre los ganaderos aragoneses de Broto y los occitanos de Barèges.
El idílico de ibón de Plan o Basa de la Mora es el que tiene la historia más fantástica. Cada noche de San Juan, emerge sobre las aguas del ibón la figura de una mora que comienza a bailar al mismo tiempo que se mueven serpientes enroscadas por su cuerpo, adornado con brillantes joyas. Se supone que es el espíritu de una mujer musulmana que se perdió en estas montañas huyendo de las violentas luchas entre moros y cristianos, y su espectro quedó preso en este ibón, pero solo las personas buenas de corazón la pueden ver.
Mitos y leyendas envuelven muchos rincones del Pirineo. En Benasque, los ibones de Cregüeña –el más grande no represado de los ibones aragoneses– y Coronas –en la cara sur del macizo de las Maladetas– tal vez fuesen testigos de la conversión del cruel gigante Netú en la Tuca d’Aneto, después de que negase agua a un peregrino procedente de Benasque y de que este le desease que todo él se convirtiese en piedra, como su duro corazón. También hay quien dice que el nombre de Maladetas significa “montes malditos”, porque así maldijo un mendigo a unos pastores que le negaron cobijo durante una tormenta de nieve, quedando convertidos, ellos y sus rebaños, en piedras. Al parecer, el mismísimo Dios era quien se escondía bajo la apariencia de peregrino o mendigo.
Otros solo atestiguan al paso de pastores desde hace mucho tiempo, como los de La Larri (Bielsa), un topónimo que parece derivar del vasco larre: pastizal.
Infórmate de todos los datos acerca de cada ibón, tanto de su historia como del esfuerzo y la preparación que requiere su visita.