Hay otro grupo de ibones que también puede hacer las delicias de las familias, pero de familias un poco más montañeras, que estén habituadas a caminar por la montaña, pues requieren algo más de esfuerzo.
Se llega a ellos por camino o senda bien trazada y/o señalizada, debiendo superar un desnivel positivo de unos 700 m como máximo. En cuanto al horario total, los recorridos oscilan entre las 2 y las 4 horas y media.
La mayoría de estos ibones son muy frecuentados en verano. El de Acherito (Ansó) es el más occidental de los ibones aragoneses, accediendo a él desde el precioso valle de Echo.
En el valle de Tena, los de Anayet (Sallent de Gállego) son unos de los más fotogénicos del Pirineo, envueltos en turberas, bajo el pico Anayet y con vistas al francés Pic Midi d’Ossau. En el mismo sector de Tena y en municipio de Panticosa, están los ibones de Bachimaña, punto de paso obligado en el sendero GR 11, y los de Ordicuso, menos frecuentados. Para ambos hemos de acceder primero al balneario de Panticosa.
Otro de los ibones de este grupo, aunque menos frecuentado, es el de Sen (San Juan de Plan), en el valle de Chistau. Un precioso rincón del macizo del Cotiella es el que cobija al ibón de Armeña (Seira), bordeado de un bonito bosque de pino negro.
La mayor acumulación de propuestas para familias montañeras se localiza en el valle de Benasque. Magníficas todas ellas: los ibones de Escarpinosa, en un fascinante paisaje de pino negro, junto al valle de Estós y a los pies del macizo coronado por la Tuca de Posets o Lardana (3 369 m) –la segunda mayor cima de los Pirineos–; y ya envueltos en un mundo de roca, los de Gorgutes, Remuñe, la Renclusa o Paderna, Coll de Toro e Ibonet de Corones, bordeando el macizo de las Maladetas, bajo la Tuca d’Aneto (3 404 m), el techo de los Pirineos. Y en la parte más oriental de este macizo, el Cap de Llauset (Montanuy), que da nombre al moderno refugio que se levanta a su vera.
2-4 h 30 de ida y vuelta, y hasta 700 m de desnivel positivo.
Un ibón es la mejor recompensa